Sólo si usted escucha lo que debiese estar escuchando entenderá, al menos en parte, lo que estas míseras líneas pretenden significar. Esto simplemente es uno más de los múltiples alcances que la Obra ha tenido. No tan solo reproducirse infinitamente en las más estrafalarias formas, sino convirtiéndose en una suerte de modelo, si bien no necesariamente conceptual, de comprender el fondo y la forma en forma univoca.
Claro está que los siete de cada década traen consigo inmejorables alcances, ejemplos sobran y Usted ya los conoce bien. Aún cuando todo de lo que hablamos “(…) logró su perfección el 74 [y eso] es un hecho científicamente comprobado”[1], son los siete, y en particular al cual me refiero, el que logró marcar con una gran X la consecución de eventos que hasta hoy nos atañen.
Uniformes creando. Uniformes innovando. Uniformes de colores. Un todo Uniforme, aunque de distintos colores, de distintos regímenes y de distintas escuelas. En definitiva, un todo múltiple con piezas dispersas, interconectado de tal forma que logra generar una idea común repleta de espacios únicos de autoreferencia. Partiendo con y desde la audiencia y terminando con un estruendoso resueno de repetición sobrepuesta con ambiente a inconciencia mecánica, el final no puede ser sino el fin de un surco que ruge a toda voz aquello que jamás podremos escuchar. Es en cierto sentido la configuración de la gran paradoja, aquello que nace de lo común, se vuelca en lo personal; en lo mío, lo tuyo y en lo de ellos sin nunca poder ser nuestro. Sin embargo logra entendimiento univoco en un final mensaje, monotonal, pero que siniestramente jamás podremos apropiarnos porque simplemente jamás podremos percibir.
Resultaría un tanto facilista aducir a la imposibilidad de comprensión en este sentido, muy por el contrario, una de sus principales cualidades es la multivariedad de posibilidades de interpretación que de el se pueden desprender. Y por supuesto no tan solo en la más obvia de sus formas, sino que en muchas otras y quizás que en uno u otro sentido sobrepasan al sentido primigenio de la Obra. Los análisis redundan por doquier y este no pretende ser uno muy acabo por lo demás.
Apelo a elementos basales quizás demasiado fáciles de pasar por alto; los alcances de la complejidad de lo simple supera con creces a la mera complejidad estructural, la excepción a la regla es necesaria para comprender la normalidad y, por último, la complicidad debe comprenderse en una relación triádica, el todo es mucho más que la suma de las partes.
Usted tome el formato que tenga, reprodúzcalo, siéntese y dese el gusto de encontrarse frente a frente con algo tan simple y tan complejo que otorga a quién lo ponga la suficiente atención una forma totalmente nueva comprender el futuro. Y ya van cuarenta años de este ejercicio.
[1] H. Simpson, en The Simpsons.
Claro está que los siete de cada década traen consigo inmejorables alcances, ejemplos sobran y Usted ya los conoce bien. Aún cuando todo de lo que hablamos “(…) logró su perfección el 74 [y eso] es un hecho científicamente comprobado”[1], son los siete, y en particular al cual me refiero, el que logró marcar con una gran X la consecución de eventos que hasta hoy nos atañen.
Uniformes creando. Uniformes innovando. Uniformes de colores. Un todo Uniforme, aunque de distintos colores, de distintos regímenes y de distintas escuelas. En definitiva, un todo múltiple con piezas dispersas, interconectado de tal forma que logra generar una idea común repleta de espacios únicos de autoreferencia. Partiendo con y desde la audiencia y terminando con un estruendoso resueno de repetición sobrepuesta con ambiente a inconciencia mecánica, el final no puede ser sino el fin de un surco que ruge a toda voz aquello que jamás podremos escuchar. Es en cierto sentido la configuración de la gran paradoja, aquello que nace de lo común, se vuelca en lo personal; en lo mío, lo tuyo y en lo de ellos sin nunca poder ser nuestro. Sin embargo logra entendimiento univoco en un final mensaje, monotonal, pero que siniestramente jamás podremos apropiarnos porque simplemente jamás podremos percibir.
Resultaría un tanto facilista aducir a la imposibilidad de comprensión en este sentido, muy por el contrario, una de sus principales cualidades es la multivariedad de posibilidades de interpretación que de el se pueden desprender. Y por supuesto no tan solo en la más obvia de sus formas, sino que en muchas otras y quizás que en uno u otro sentido sobrepasan al sentido primigenio de la Obra. Los análisis redundan por doquier y este no pretende ser uno muy acabo por lo demás.
Apelo a elementos basales quizás demasiado fáciles de pasar por alto; los alcances de la complejidad de lo simple supera con creces a la mera complejidad estructural, la excepción a la regla es necesaria para comprender la normalidad y, por último, la complicidad debe comprenderse en una relación triádica, el todo es mucho más que la suma de las partes.
Usted tome el formato que tenga, reprodúzcalo, siéntese y dese el gusto de encontrarse frente a frente con algo tan simple y tan complejo que otorga a quién lo ponga la suficiente atención una forma totalmente nueva comprender el futuro. Y ya van cuarenta años de este ejercicio.
[1] H. Simpson, en The Simpsons.
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